Biodecodificación

Biodecodificación: la relación entre los órganos y las emociones

Los estados emocionales y pensamientos no están separados de la experiencia del cuerpo. La médica Nadia Giraudo explica cómo comprender las dolencias que se generan a partir de desequilibrios.

A la medicina «tradicional» y los abordajes alternativos que ponen el foco en la interrelación del cuerpo y la mente habitualmente se los encuentra separados. Nadia Giraudo es médica egresada de la Universidad de Rosario y creadora del abordaje integral de la salud Cuerpo Mente Alma, que comulga la medicina convencional con las terapias complementarias como biodecodificación, técnicas ancestrales y las llamadas «terapias alternativas«. Desde ese enfoque, que cruza ambos «mundos», busca comprender las dolencias que se generan a partir de desequilibrios.

A continuación, da algunas pautas para identificar la relación entre nuestros órganos y emociones, a la vez que aclara que este abordaje en ningún caso no sustituye, sino complementa, a la medicina y la psicología convencional. 

Si bien los saberes que hablan de la interrelación entre el cuerpo físico y la «mente emoción» datan de siglos y hasta milenios de antigüedad, hoy en día la medicina de vanguardia y las neurociencias los validan. Le damos la bienvenida a un nuevo paradigma.

El nuevo modo de ver y entender las enfermedades que comienza a arraigarse en la sociedad y en la comunidad médica rompe con el paradigma anterior imperante en el que, hasta no hace muchos años, el cuerpo físico era considerado una especie de máquina a la cual había que repararle o reemplazarle partes si éstas entraban en «desperfecto técnico», sin contemplar de ningún modo cuál era el origen profundo de esa dolencia. 

Desde un enfoque nuevo sobre el cuerpo y el alma, tomando los conceptos y técnicas de la biodecodificación, honramos conocimientos ancestrales y los unimos a las bases sólidas de la ciencia moderna, como se propone desde las universidades internacionales más reconocidas como Harvard, por ejemplo, la cual tiene su departamento exclusivo de investigación orientado a la relación cuerpo-mente dentro de la salud. 

El cuerpo no enferma al azar ni se “rompe” porque sí; en prácticamente la totalidad de los casos, cuando un síntoma irrumpe en la vida de la persona, es el resultado del mecanismo de adaptación que su cerebro está poniendo en marcha para sincronizar con el entorno.

Estas respuestas son mediadas por neuroquímicos, que son unos compuestos especiales que envían la señal a cada célula sobre cómo deben comportarse y funcionar en cada momento de nuestra vida. Estas señales, incluso antes de que se instalen como un desequilibrio físico persistente, son las que llamamos “emociones” y nos hacen sentir de ese modo tan particular cuando las experimentamos.

Más allá de causas genéticas, tóxicas, accidentales, abordaremos aquí aquellas causas que tienen que ver con el cuerpo emocional.

Las emociones son plenamente cuerpo

Aunque los occidentales dividimos mente-emoción-cuerpo, y las separamos en campos distintos de conocimiento, ¿es tan así? ¿Qué dice nuestra propia experiencia? Hagamos un autochequeo:

¿Sentiste alguna vez que tenías rabia y la notabas como una piedra en el estómago? ¿Te diste cuenta de que te estaba invadiendo la angustia cuando percibiste la sensación física de que el pecho o la garganta se te oprimían? Eso y miles de ejemplos más que podríamos dar, es la clara muestra de la interrelación entre las emociones y las repercusiones físicas que tienen.

La enfermedad como creencia y respuesta a un conflicto

Para poder hacer un abordaje que no sólo suprima el síntoma visible, el “desarreglo físico”, sino también su causa real, debemos conocer cuál es la creencia que hace que estemos interpretando que es necesaria esa respuesta física en este momento, en lugar de un funcionamiento “normal” de esas células u órganos.

Antes de seguir avanzando quisiera decir en pocas palabras qué es una creencia: se le llama así a aquellas ideas que tenemos en torno a una situación, objeto o persona en particular; es la etiqueta con la que internamente clasificamos “esto” cuando lo percibimos. Es en base a cada etiqueta que tendremos determinadas respuestas emocionales ante lo que sucede y tomaremos decisiones en consecuencia.

Por ejemplo, pensar “quienes tienen mucho dinero es porque han sido deshonestos en su vida, son infelices y egoístas” nos puede llevar a sentirnos incómodos frente a personas con un buen pasar económico, e incluso a coartar nuestras posibilidades de prosperidad porque algo adentro nuestro “nos protege” de caer en tales situaciones. 

Volviendo a lo anterior: ¿qué relación tiene una creencia con un síntoma físico? La interpretación del mundo que nos rodea y lo que nos sucede se hace en base a estas creencias, por lo cual, éstas son las causantes de muchas enfermedades y síntomas que padecemos. «Esta persona me está atacando y no me puedo defender, ni puedo huir», puede ser una creencia implícita, oculta detrás de una alergia de piel. 

Identificar y actualizar las falsas construcciones es el camino para que nuestro inconsciente biológico deje de enviar esa señal de adaptación, y entonces nuestra enfermedad pueda ser tratada de raíz (desde el punto de vista emocional). 

En la gran mayoría de los casos ese síntoma físico no tiene sentido porque la creencia se encuentra desactualizada. Por ejemplo, la creencia de “si mis padres me abandonan corro peligro” podía ser lógica a los 5 años (disparando presión arterial, aumento del azúcar en sangre, insomnio), pero en este momento no sirve ante una situación de abandono por parte de una pareja, por ejemplo.

Incluso, esta creencia podría estar causando que percibamos que nos pueden abandonar cuando en realidad no es cierto… Podría llevarnos a ver fantasmas donde no los hay y a actuar en consecuencia a ellos. ¡Y a enfermarnos! ¡Por miedo!

Órganos y síntomas

Hagamos ahora un breve resumen que servirá como guía para que empieces a autoindagarte y conocer cuáles son las creencias y emociones que pueden estar causando tus síntomas. Las siguientes líneas son un mero resumen cuya aplicación profunda en un ámbito terapéutico requiere del “expertise” de un profesional formado en estas disciplinas, que comprenda la individualidad de la experiencia de cada uno.

La propuesta en este caso es una serie de preguntas que podrías hacerte en caso de estar padeciendo esos síntomas. 

Problemas a nivel muscular: ¿Qué es lo que no querés seguir haciendo? ¿Qué acciones (o no acciones) te hicieron sentir culpable? ¿Ante qué cosa te sentís impotente?

Problemas a nivel digestivo: ¿Qué es lo que no querés dejar entrar a tu vida? ¿Cuál es ese secreto que no querés mostrar? ¿Qué te avergüenza tanto que otros sepan? ¿A qué se debe esa rabia y rencor que estás sintiendo?

Problemas a nivel urinario: ¿De qué tenés miedo? ¿Quién te está invadiendo el terreno (real o simbólico)? ¿Estás sintiendo que necesitas “defender” lo que es tuyo?

Problemas genitales: ¿Por qué sentís rechazo hacia la sexualidad? ¿Tuviste algún tipo de abuso sexual en la infancia? ¿Cuál es tu conflicto respecto a tus hijos? ¿Por qué rechazás a tu pareja?

Problemas en la piel: ¿Por quién y cuándo te sentiste abandonada? ¿De quién te estás defendiendo? ¿Pudiste ya soltar aquella relación? ¿A quién extrañas tanto? ¿A quién necesitás sentir cerca nuevamente?

Problemas respiratorios: ¿Qué es lo que percibís “en el aire” (a nivel simbólico) y sentís que te está intoxicando? ¿Qué te hace sentir que no merecés vivir? ¿Cuál es esa tensión que estás percibiendo en el ambiente en el que estás la mayor parte del día?

Fuente: Clarin